Un grupo de mujeres peruanas participa en un proyecto para conservar los recursos hídricos mediante técnicas milenarias. Esta iniciativa nace de la necesidad de preservar y acceder a este bien tan escaso en la región de Cusco, Perú.
El bien más necesario para la vida es, por desgracia, prácticamente inexistente en muchas regiones de la Tierra. A esto se suman los efectos devastadores del cambio climático, que han provocado verdaderas crisis de abastecimiento. Pero un grupo de campesinas peruanas han recurrido a sus orígenes y creatividad para poner solución a esta problemática.
La escasez de agua y la sequía han llevado a estas campesinas a trabajar a más de 3.000m sobre el nivel del mar. Con la simple ayuda de picos y palas, las mujeres son capaces de “recolectar agua”.
El proceso parece sencillo, pero no lo es. Construyen zanjas de infiltración con las que recogen el agua de lluvia para recuperarla después. Además, se realizan labores de mantenimiento del agua limpiando el material natural que arrastran.
Este trabajo se lleva a cabo en laderas o pendientes para facilitar la captación de agua en épocas de lluvias intensas. Los pequeños depósitos de agua o “qochas” retienen el agua con la ayuda de diques de piedra o arcilla locales.
«El objetivo es la siembra de agua para que se infiltre a través del suelo y subsuelo y, de esta manera, alimente a los acuíferos que dan origen a los manantiales.”, indica Esther Elena Villanueva Díaz, responsable del proyecto promovido por el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán.
Además de este trabajo, las campesinas reciben formación y capacitación para promover la igualdad de género. De hecho, el acceso a la gestión de los recursos se ve muy limitado en el caso de las mujeres de la zona.
«La posición subordinada de las mujeres lleva a que no tengan los mismos derechos que los hombres a decidir sobre los destinos del recurso hídrico, pese a ser las principales usuarias: ellas preparan los alimentos para la familia, se encargan del aseo del hogar y de la ropa, dan de beber a sus animales y riegan sus cultivos”, señala Esther Elena.
Gracias a esta iniciativa, las mujeres podrán acceder a alimentos saludables a la vez que conservan la biodiversidad y los recursos de la zona. Además, la intención de este proyecto es trabajar también en biohuertos y en parcelas a campo abierto.
Esta buena noticia para el medio ambiente nos hace muy felices, porque humanos y naturaleza se unen por un bien común.
Fuente: La cara buena del mundo